¡Cuídese!
Muchos cuidadores se agotan y abruman al intentar manejar las responsabilidades de cuidar a alguien sumado a su vida cotidiana y laboral.1 Muchas veces los cuidadores prestan tanta atención a las necesidades de sus seres queridos que no reconocen sus propias molestias como el estrés, la enfermedad, la falta de sueño, ira y depresión. Por esta razón, los cuidadores suelen reportar más problemas de salud psicológica y bienestar físico que los no cuidadores.2,3
Pero, ser un buen cuidador significa cuidar primero su propia salud mental y física.
Asegúrese de estar a la altura de cuidar a otra persona y tómese tiempo para usted, incluso si es sólo unos pocos minutos todos los días.
Estos son algunos consejos para ponerse primero a usted en su lista de prioridades:
- ¡El cuidado de una persona gravemente enferma es un trabajo duro! Recompénsese con descansos y toma tiempo para relajarte todos los días.1
- Cuide su vida social y haga cosas que le gustan, como visitar a otras personas, andar en bicicleta, leer un libro, dar un paseo o cualquier otra cosa que le guste hacer.
- ¡Preste atención a sus necesidades físicas!. Ejercicios regulares, una dieta saludable y un sueño adecuado le permiten hacer frente al estrés más eficazmente.1
- Recuerde su propia salud y visite a su médico regularmente. Como cuidador, usted necesita estar tan fuerte y saludable como sea posible.
- ¡Dése crédito! Tenga en cuenta que el cuidado que usted proporciona hace una diferencia y que está haciendo lo mejor que puede.
- Busque el apoyo de familiares, amigos y recursos de la comunidad y acepte ofertas de ayuda.
- ¡No está solo! Hable con otros cuidadores que saben lo que está pasando y encuentre grupos de apoyo para cuidadores en su área.1
- ¡No ignore sus síntomas! Preste atención a cualquier signo de agotamiento, estrés, insomnio o depresión, y obtenga ayuda profesional si es necesario.
Si siente que las cosas salen de control y ya no puede proporcionar suficiente atención, hable con su ser querido y con otros miembros de su familia. En algunos casos, un asilo de ancianos o un centro de vida asistida puede ser la mejor opción para todos.